jueves, 15 de noviembre de 2012

VISITANDO LA CAPIRUCHA (4) ¿SE VOLVERÁ ESTADO?


Platicando con queridos amigos durante la muy mentada visita al DF y ante el inminente cambio de poderes que han de pasar de manos de Marcelo Ebrard a las de Miguel Ángel Mancera, les preguntaba sobre cual era la precepción general de lo realizado por Marcelo y que era lo que esperaban de Mancera pero sobre todo que le esperaba al propio Mancera cuando asuma el poder de la ciudad más grande del mundo.
Alguno señaló que los problemas más graves de la gran ciudad eran la inseguridad, el tránsito vehicular que en algunos sitios y en determinados horarios era caótico e insoportable y el desorden generalizado por todos los rumbos de la ciudad.
Sin embargo consideran que la reunión sostenida hace unos días entre Miguel Ángel Mancera y los senadores de la República podría ser considerada como el día que marcó, en serio, la transformación del DF en un estado más de la República y con esto podrían verse resueltos muchos de los más graves problemas que hoy día aquejan a la capital del país.
Otros, en cambio, piensan que el principal problema que enfrenta el DF, tal vez el más grave de los últimos tiempos, es su presunta desaparición jurídica, algo con lo que Mancera no está de acuerdo.
Y es que el choque de poderes entre el Ayuntamiento y el Ejecutivo Federal, es un asunto muy viejo pero que tiene, según la apreciación de mi contertulio, una muy sencilla solución administrativa sin menoscabo de los derechos de los ciudadanos que en ella viven y que con su trabajo soportan el desarrollo económico de la ciudad, que Carlos V llamó “muy noble y muy leal” y que ha sufrido y aún sufre los absurdos de la burocracia que ahora pretende desaparecerla.
De acuerdo con la Constitución, ese esperpento en su momento mal hecho y hoy día caduco y muy parchado que ya merece una sustitución inmediata, la ciudad de México no existe    
El artículo 44 dice “La ciudad de México es el Distrito Federal”. Esa adición, obra de ignaros plenos desde l993, confunde una definición administrativa y orgánica, un distrito, con una realidad cultural, histórica y política.
A partir de ese absurdo total, los habitantes de esta ciudad no somos como se dice de segunda, ni siquiera somos. Por eso ni siquiera un gentilicio nos acomoda. ¿Somos distritenses? ¿Distritofederaleños? ¿Defequenses?
Esta ciudad, en cuyas calles iniciales, trazadas a cordel por Alonso García Bravo, había escuelas de arte, imprentas y universidad cuando en Estados Unidos (frase de Jacobo Zabludovsky) aún pastaban los búfalos en las praderas, simplemente desapareció. Se volvió, para usar la lógica de los legisladores, un distrito, como si dijéramos, un estanco burocrático. Ni siquiera un ayuntamiento.
Por eso, alegan, vale la pena este propósito emprendido con la fuerza de sus más de tres millones de votos, por Miguel Ángel Mancera, quien si logra ganar esta batalla se colocará de inmediato junto a los grandes hombres de la ciudad. De Bucareli y Revillagigedo, a Uruchurtu, Corona del Rosal, Hank, Ebrard…
A continuación le compartiré parte del discurso pronunciado hace unos días por Mancera y que, aunque un poco largo, es muy interesante y por eso mismo le recomiendo lo lea con atención. Ahí le va.
“La vigencia del Estado de Derecho nos obliga, dijo Mancera al amparo de los salones del Palacio de Minería, administrado por la Universidad Nacional Autónoma de México, a introducir las modificaciones constitucionales y legales que día a día fortalezcan el pluralismo político, satisfagan las expectativas de la población y las necesidades de la ciudadanía. Hoy en este majestuoso recinto universitario, pleno en arquitectura, ciencia, cultura e historia de México, se deja constancia de la reanudación de un diálogo plural y determinante para el equilibrio de los poderes públicos y la salud del pacto federal”.
“A nadie debe extrañar el debate que se da en todo el país sobre diversos temas, ya sea régimen político, modificaciones en el sistema electoral, reforma a la justicia, modernización de sistemas tributarios. Ese es precisamente el espíritu que ha presidido a las constituciones históricas de la nación, republicanas, liberales y sociales, el debate”.
“Sin embargo, hoy planteo ante ustedes también cuestiones igualmente fundamentales, que se vinculan con la vida de millones y millones de mexicanos y mexicanas que viven e interactúan en este territorio llamado Distrito Federal. La reforma política de la capital es una de las cuestiones no resueltas dentro del proceso de transformación constitucional del país.
“Esta ciudad no sólo es la capital de la República y, por tanto, la sede de los poderes de la unión, es una entidad que vive y convive dentro del marco del Pacto Federal y tiene la potestad de elegir a sus gobernantes, ejerce con autonomía relativa sus tareas de gobierno, pero carece de las facultades que han sido reconocidas a los demás integrantes de ese Pacto. Este proceso debe culminar a efecto de alcanzar la plenitud de los derechos de sus habitantes y de un nuevo y moderno equilibrio constitucional entre la federación y la capital”.
“Nuestra ciudad condensa en muchos sentidos la historia de la nación, por sus calles y plazas llenas de historia han desfilado indígenas, españoles, criollos, mestizos, realistas, insurgentes, republicanos, conservadores, liberales y revolucionarios”.
“Estas grandes transformaciones del país llevan consigo el carácter citadino, pero al mismo tiempo, alberga espacios provincianos. Aspira a crecer y a desarrollarse con autonomía; aspira a ser plenamente libre y soberana”.
“La Ciudad de México ha sido regida por los más diversos estatutos jurídicos, desde el establecimiento del ayuntamiento, del cabildo en 1524, hasta su régimen actual en el que no queda totalmente clara su autonomía política”.
“El Distrito Federal fue creado por la Constitución de 1824, es una definición original de la república y han sido varios los intentos por dar claridad y certeza al marco jurídico de esta ciudad”.
“Ha contado en ocasiones con el aval de la Cámara de Diputadas, en otras con el de la Asamblea Legislativa, incluso con el de la Presidencia de la República. Estos intentos han sintetizado energías y propuestas de las fuerzas políticas locales y nacionales para reconocer la autonomía del régimen interior de la ciudad y su calidad jurídica propia. No obstante, no se ha alcanzado la plenitud del acuerdo para concretar la tarea”.
“Por todo ello, el Gobierno que estoy pronto a encabezar se propone acorde con el mandato ciudadano a impulsar con toda firmeza la consolidación de nuestra autonomía, como entidad integrante de la Federación. Una entidad sui generis, participativa, sede de los Poderes Federales y comprometida con el espíritu republicando federal y democrático”.
“Estoy convencido que esta ciudad tiene derecho a un régimen jurídico que la consolide como un espacio para la plena realización política, económica, social y cultural de las personas”.
“Desde hoy permítanme todos ustedes, convocarlos a que reflexionemos juntos. A que unamos nuestras voluntades y esfuerzos, Gobierno y sociedad civil, todos y todas mostrando actitud positiva, tomando decisiones políticas oportunas, ahí donde prevalece el consenso.
“Por el bien de los hombres, mujeres, niños, niñas y en general, por todos los que convivimos y queremos a esta gran ciudad”.
Mucha razón tiene Mancera. No es posible convivir en una ciudad de esas dimensiones donde a un señor cuyo puesto se gana por elección, se le siga llamando delegado y no tenga siquiera autoridad para mandar a un policía, pero pueda cambiar el uso del suelo de miles de hectáreas; donde el Presidente de la República nombra y remueve al jefe de la policía, pero no paga el agua en la Casa Presidencial ni mucho menos el predial.
Para muchos el vivir en medio del absurdo ha sido posible por la prolongación de un temor: los presidentes de la República, en el apogeo del centralismo caudillista revolucionario y post revolucionario, no querían quien les “hiciera sombra”. Por eso despojaron a la ciudad del poder de un hombre.
Por eso se disolvieron los ayuntamientos y se concentraron todas las facultades en el Ejecutivo, sobre todo las políticas. Por eso El DF se gobernaba a través de un departamento administrativo al frente del cual estaba un empleado del Presidente, quien lo sostenía hasta cuando ya no fuera demasiado grande para sospechar o desconfiar de él. Por eso, entre otras cosas, cayeron Uruchurtu y Alfonso Martínez Domínguez.
Pero hoy ya no existe ese problema. En cuanto vino la transformación  política anterior y se creó el actual estatuto de gobierno y hubo elecciones en el DF, dos ex jefes de gobierno, Cárdenas y López Obrador, pelearon la Presidencia de la República en las urnas. Perdieron ambos. Marcelo Ebrard lo va a intentar y nadie sabe cómo le vaya a ir.

¿Logrará Mancera su cometido de transformar a la ciudad de México en un estado más de la República? De ser así ¿Cómo se llamaría? ¿Las delegaciones se convertirían en Ayuntamientos? ¿Pagaría el Palacio Nacional su consumo de agua y el predial? ¿Y Los Pinos? Interesante ¿verdad?. Y usted ¿Qué opina?

Así las cosas mejor vamos dejándolo aquí, nos vemos mañana cuando tengamos un número más de EL AJUSTE DE CUENTOS mientras tanto no se preocupe por los problemas de los “defeños”, nosotros tenemos los nuestros y los debemos atender sin más demora porque no vaya siendo la de malas y nos.. rebasen porque entonces sí que ya la…

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