viernes, 12 de febrero de 2016

LA CARTA DE YURIDIA SIERRA AL PAPA FRANCISCO

Cuando está a unos días de llegar a México el Papa Francisco, la periodista Yuridia Sierra le escribió dos cartas que hoy, y para releer durante el fin de semana, le voy a mostrar. Esto fue lo que Yuridia le dijo al Papa.

10 de Febrero de 2016
“El hombre es la criatura que Dios hizo al final de una semana de trabajo, cuando ya estaba cansado”
 Mark Twain

Estimado, papa Francisco: le escribo esto a unos días de su llegada a México. En los últimos días, las calles por donde usted pasará han sido remodeladas. Las visitas papales tienen como primer gran beneficio que las autoridades hacen parte del trabajo que en condiciones normales jamás realizan. Su visita servirá para que las calles del Centro y de la Villa, de Ecatepec, Ciudad Juárez, Morelia y  las de San Cristóbal de las Casas sean remozadas para aparentar que somos un país en el que las cosas funcionan “como Dios manda”. Muchos esperan su llegada, en un país tan ferviente como éste, la visita de un líder que reconforte y alivie a tantos miles. Yo soy mujer, soy atea, muy liberal, devota de la razón, completamente pro-choicey profunda creyente de la ciencia.
Ello no me impide reconocerle dos virtudes: primero, un poder indiscutible (sí, una parte le viene de ser el líder de una institución del tamaño de la que dirige, pero otra más relevante: la que deriva de su estilo personal y valiente de entender y ejercer su sacerdocio). Y segundo, una inteligencia estratégica fuera de serie que le ha permitido reposicionar el perfil, la relevancia y la influencia de la figura pontificia. Una muy diferente a la de la era en la que se fundó la casa de San Pedro, o la de la Edad Media, o la de mitades del siglo XX.

Desde su llegada al pontificado, ha demostrado una postura más progresista que cualquiera de sus antecesores. Usted se ha pronunciado en temas que son motivo de discusiones y hasta de consultas, como si los derechos humanos fueran asunto de mayorías. Usted ha mostrado ser un líder que escucha. Ha ensanchado con mano finísima los márgenes de acción al interior de su propia cerrada casa: ha empezado a abrirle las ventanas para que el oxígeno le pueda entrar. Y no sólo para que su Iglesia no se asfixie, sino también para que puedan entrar los nuevos aires: sé que ha buscado la forma de incluir a las mujeres dentro de los asuntos de una Iglesia masculina. Ha llamado a no condenar a los homosexuales. Le ha abierto las puertas de su Iglesia a todo aquel que crea en ella. Y ha reconocido y pedido perdón por los muchos pecados y delitos cometidos en el interior de ésta. Ha hecho todo esto a pesar de que las cúpulas de la misma institución que encabeza reprueban ante sus declaraciones. Porque a diferencia de Jesucristo, ellos han creído y querido que perpetuar la ignorancia en lugar del autoconocimiento y el ejercicio responsable del albedrío sea el camino a la conservación de un poder que es todo menos espiritual. Ellos llevan siglos aventando la primera (la segunda, la tercera, todas las piedras posibles). Me alegra que usted, Papa sea un hombre que ha antepuesto la inteligencia (ésa que dicen muchos que Dios nos dio; ésa que pienso yo nos dio la evolución de nuestra especie) a los dogmas, las inercias y la sinrazón... Y lo ha hecho con un sentido de estadista y urgencia global.
Le repito, apreciado pontífice: encuentro difícil creer en la idea de un Dios bondadoso cuando sólo atestiguo (como diría Mark Twain) tanta maldad, crueldad y sufrimiento sobre la Tierra. Sin embargo, siendo la “idea de Dios” la única que muchos humanos abrazan, en determinadas circunstancias, creo que usted, al igual que Jesús de Nazaret, y antes de él Moisés, ha sabido hablar “en nombre de Dios” con las palabras de la inteligencia: esas que traen consigo empatía, autocrítica, reconciliación y mucha conciencia entre seres humanos. Por eso me resulta usted un gran pensador de carne y hueso al que debemos prestar mucha atención... Mañana le sigo con esta carta. Para escribirle sobre este México que usted está pronto a visitar.

Febrero 11

Le prometí, papa Pancho, que hoy continuaría mi carta; lo hago pensando en este país. Soy creyente de la razón, de la ciencia y de la inteligencia como herramienta para que logremos un espacio de convivencia en respeto, armonía, paz y entendimiento. Son tantas las preguntas que me vienen cuando lo veo actuar con tanto tacto, estrategia, decisión en temas que antes eran condenados, sobre todo, por la institución que dirige. Usted ha puesto los acentos necesarios donde deben de ir. ¿Será así su mensaje en México? ¿País que no sólo sufre su “pequeña guerra”, como dijo? ¿Que parece desangrarse desde hace casi una década, como resultado de la incapacidad que, como seres racionales, hemos tenido para trazar mejores estrategias de presente y futuro? O, papa Francisco, ¿nos dirá algo que nos haga conscientes del demonio que se está adueñando de nuestro cotidiano actuar?
Cuando me preguntaron qué podíamos esperar de la visita de Jorge Mario Bergoglio, escribí: “Llega a México el primer Papa latinoamericano en la historia de la institución más antigua de la humanidad. Se ha pensado que las visitas papales a un país como el nuestro tienen la intención de convertirse en una divina indulgencia a los pecados cometidos por los gobiernos en turno. Como una celestial cortina de incienso tendida sobre los problemas que aquejan a las administraciones anfitrionas de cada gira. Sin embargo, parece ser que ese no es el perfil de este Pontífice ni la intención (la suya, al menos). No lo ha sido en ninguna de las giras que ha realizado.
Jesuita de formación, es decir, muy político con mano santa, ha sabido dar sermones en la montaña que correr a los mercaderes del templo. Lo mismo en la ONU, en una Cuba agonizante, en las prisiones de América del Sur, en la miserable sabana centroafricana y en todo lugar por el que ha transitado el papamóvil. Donde ha pronunciado misa, ha dado un gran discurso. Como ningún pontífice, Francisco ha sabido hacer política fina en cada eucaristía.
México no será la excepción. ¿Cuál será el mensaje que sembrará en este país, con abrumadora población católica? Ya dio una probadita: habló en video de la violencia, la guerra, del narcotráfico y la corrupción. ‘Yo no pienso tapar nada de eso’, anunció. Podemos intuir, por la agenda, qué temas abordará en cada locación. Dos estados fronterizos, uno con indígenas en lo que fue la cuna del EZLN y donde yace su amigo Samuel Ruiz; otro, en la ciudad considerada, hace un par de años, la más peligrosa del mundo, con gran número de feminicidios. Michoacán, una de las plazas más violentadas por el narco. Ecatepec, que no es la arquidiócesis que arropa ni a Toluca ni a Atlacomulco. La Villa, la casa de nuestra virgen gracias a la cual millones de mexicanos han soportado durante años lo insoportable... Y soportarlo en paz”.

Viene no sólo como jerarca de la Iglesia católica, viene también como jefe de Estado. ¿Qué mensajes puede darnos, desde ambas posiciones, que puedan poner un freno a esta sensación (desde la teología) de abandono, a esta sensación (desde la razón) de fracaso y de impotencia? Lo hemos hecho mal, lo sabemos. Si habláramos de creaciones de Dios, seríamos la más fallida; la especie más depredadora y autodestructiva. Papa Pancho, necesitamos creer de nuevo (desde la fe o desde la razón) en la posibilidad de que podemos levantarnos de esta realidad que nos supera por completo. No se limite, santidad. Diga lo que quiera. Hable con la sensatez e inteligencia que lo caracterizan. Todos los micrófonos estarán para usted: todos los oídos, espíritus, inteligencias de este país, que a diario vemos que las llamas del infierno, no necesariamente, nos están esperando tras la muerte. La muerte misma se ha encargado de traerlo aquí a la tierra, a esta tierra mexicana.
¿Qué le parece, no está muy buena?


Por hoy vamos dejándolo aquí, nos vemos el lunes hora y lugar de costumbre cuando tengamos un número más de EL AJUSTE DE CUENTOS pero para que eso suceda deberá cuidarse mucho durante el fin de semana, llévela  suave, pórtese bien, sea feliz y disfrute con su familia. Abur…

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